Banderas, bufandas, griterío, tres mil personas celebrando una victoria en la Plaza Italia, lo increíble es que el motivo de celebración era el Madrid.
Cierto pero increíble, ver para creer.
Fue un viaje de infarto, aguanté casi media hora sin poner la radio, quizás sabía lo que me esperaba (ya lo pronostiqué por la mañana), llegamos a la gasolinera con la primera parte acabando y decidir aparcar el drama en que este equipo convierte cada partido.
De nuevo música, pero la tentación me pudo, apenas se llevaban quince minutos de la segunda cuando mi dedo decidió que el sufrimiento hay que sentirlo para que sea tal. Y de nuevo estábamos en el Santiago Bernabeu, el Madrid con su juego ramplón de toda la temporada, el goleador lesionado y el centrador al banquillo, todo pintaba a una nueva versión de Tenerife, pero cambiando de isla.
Pero apareció Reyes, y luego el de Mali consiguió que le gritara al más puro estilo argentino (aunque quizás parecía más el Abuelo del anuncio del Atleti) "como hacéis sufrir cabrones" (no sin pensar que todavía quedaban 10 minutos, todo un mundo para Capello y su insufrible manera de entender el fútbol). Llegábamos a la AP-7 a la altura de Mollet y el sevillano dio por concluída la Liga. Un poco más adelante en un Ibiza, otro madridista extasiaba de victoria, así que un pitido, un saludo y a compartir la alegría.
En ese momento sólo deseaba llegar a Mataro y ver el espectáculo siempre prometido, parecía que mi casa estaba más lejos que nunca, pero llegamos, camiseta y prisas. Se escuchaban petardos, muchos petardos, llamé a Martín (con él he sufrido más que nunca mi madridismo errante), y allí estaba, una plaza blanca, locura colectiva, banderas españolas, gritos y abrazos, una noche inolvidable, llamé a Rubén, a Jesús, a Enrique y a Toni, y disfruté del momento. Un gran momento, la próxima os venís por que aquello si es la HOSTIA.
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