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Ayer nos quedábamos, diez tipos, con cara de incrédulos, dándole vueltas a las páginas amarillas buscando una "mísera" pensión, y mientras tanto "el bola" (que acierto Toño) y "el yugoslavo" se aventuraban por la capital riojana en la búsqueda de algún sitio donde los "guerreros" descansaran tras la "batalla". Finalmente Toño nos encontró acomodo en un hotel de 4 estrellas en pleno centro de la ciudad y por un precio interesante.
Una vez instalados, cambiados y acicalados, pusimos rumbo al "paraiso" del tapeo, la sublime calle Laurel, buscamos acomodo en una mesa, unas cuantas tapas, más cervezas e instrumentos en ristre. Como la tradición hay que conservarla, Mario decidió poner en conocimiento del personal que nuestras "birras" estaban por pagar, unas cuantas canciones, hicimos corro y algún incauto/a nos hizo felices. La pena es que con tanto trasiego se nos había hecho tarde y la Laurel estaba en repliegue.
La tarde pintaba de terraza, canciones y copas, qué mejor que pasar la tarde rodeado de amigos, compartiendo lo que más nos une y riendo. Pues dicho y hecho, pacharán va, pacharán viene (alguien debería recordarme que el sexto ya no me hace ningún bien), comenzamos deleitando al personal con algunas canciones de antaño y terminamos aporreando las guitarras al son de los "caciques". Hasta que vaya porqué usted a saber, mientras me encontraba echándole un vistazo al partido de España, vienen y me avisan, que nos vamos, que nos han echado del garito. Y me pregunto ¿Tendría algo que ver la botella aquella de Baynes con la que rellenaban las copas?, misterios de la vida.El caso es que ya era tarde, así que una vueltecita por el (y me perdone mi ahijado que se lo curró), aquello era restaurante porque lo ponía en la puerta, porque los platos que sacaban aquellos de "ojos rasgados" contenían "objetos comibles no identificados" (sálvense el pan y el arroz tres delicias).
La tarde, que hizo mella, provocó algunas siesta, y un decaimiento general. Que fue alargado, por una señora, que debía llegar, no lo hacía, pocos le esperaban y más se cansaban. Hasta los señores del restaurante tenían los ojos redondos del cansancio.Parecía que todo acabaría allí, pero entre unos y otros nos animamos a tomar una copa, y como cualquier excusa es buena, utilizamos una llamada de mi amiga Mónica para alargar la noche, y después de un poco de terraza, alguna copa y otra, yo llegué a las cuatro y fuí de los primeros....ley de vida, ley de Tuna.
Y hasta Julio, Flamenco, disfruta, que luego....
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