Ayer en el Palau Sant Jordi, el catalanismo celebró uno de esos días que "tantos les gustan", uno de esos días de "reafirmación nacional". Y no digo que no sea justa, que lo es (más allá de la consideración que me merezca romper un archivo nacional). Pero tan justa es su reivindicación que se vuelve "humo" al negar las ajenas.
Un tal "Terricabras" (tiene cojones el nombre), filósofo para más inri, decía con garra y pasión "que nos devuelvan lo robado, lo que nos pertenece, lo que es nuestro". Y yo "aragonés apollardado" no paraba de acordarme de las contínuas "vejaciones" de las instituciones catalanas hacia nuestros derechos, de las contínuas negativas a la devolución, las contínuas mentiras para justificar lo imposible.
Saben los expertos, los políticos y hasta el "quico" que nos expoliaron los bienes aprovechándose del "excéntrico" reparto de las diócesis hecho por el régimen franquista. De ello se aprovecharon llevándose lo que merecía la pena, por muchas mentiras que se repitan para justificarse.
Los bienes a casa, por justicia, por verguenza y por necesidad.
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