Tras mis vacaciones, me hice varios propósitos a cumplir en mi estancia en Bellver. Uno de ellos fue planchar, y hoy ha sido el día elegido, supongo que ninguno es bueno cuando algo no apetece.
Pero me lo he propuesto como signo de madurez, así que me he puesto cómodo, he sacado esa especie de "potro de tortura" y he llenado el "aparato" de agua. Si hubieráis podido verme, tenía la misma cara que un cerdo delante un libro.
Esperé a que la plancha se calentara, para ello, confié en mi instinto, esperando que algo me indicara que aquel "cacharro" estaba listo. Y una luz roja hizo una señal, cogí el aparato, miré la camisa y me pregunté por donde sería mejor comenza mi "aventura".
Di varias vueltas a la prenda sobre la "cama de tortura", ideé la mejor manera de colocarla, de poder facilitar aquella "atrocidad" que estaba a punto de cometer. Lo vi claro, comenzaría por lo más fácil, el cuello. Después vuelta a las dudas, vuelta a las vueltas.
Lo demás podéis imaginarlo, arrugas por aquí, arreglo por allí, de nuevo arrugas, desesperante, o quizás no. Ahora tengo tres de ellas colgadas en el armario, menos mal que llevo chaqueta....
2 comentarios:
Animo Ruben....que tu puedes....el proximo paso: "La lavadora, esa gran desconocida".
Estimada Heidi:
La lavadora está controlada o eso creo, mientras no tenga que cambiar de proceso de lavado....
Quien tuviera una JUANI...
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