Uno tiene la impresión cuando está haciendo cola para sacar/ingresar dinero en una entidad financiera, que "estos tíos de los bancos" viven de puta madre. Buen horario, de 8 a 15:00, calientes en invierno, fresquitos en verano y buenos sueldos...plan funcionario....
Y eso es lo que siempre había mantenido. Pero mis "generalistas" pensamientos se fueron disipando al entrar, pero sobretodo con el paso del tiempo.
Con todo esto, sin embargo, lo que realmente hace que trabajar con dinero sea desagradable, viene conforme tienes responsabilidades, y más aún cuando se trata de "tratar" con particulares. El que tiene quiere más, el que no tiene quiere ser tratado como el que tiene y el que va a tener se quiere asegurar que será tratado como el primero y dejará de ser el segundo.
Estas dos últimas semanas, como ya os conté, estoy "afrontando" una campaña para captar pasivo (dineros en castizo) y he creido ver ya todas las tipologías posibles dentro del cliente de banca. Pero, el miércoles pasado, sufrí el momento más desagradable desde que me encuentro en este "mundo"
Un tipo, que prometió dejarnos una importante suma, si le concedíamos un préstamo a un tercero (cosa que resultó),y vino para hablar de las condiciones que íbamos a ofrecerle. Tras exponerle varias alternativas de inversión, y examinar su perfil (inversor), opté por lo más fácil, un "plazo fijo" (lo que él deseaba por otra parte), y tras cantarle los tipos, me miró fíjamente y me dijo "creo que no vamos a hacer muchas cosas juntos". Después se tiró más de veinte minutos presionándome, exigiéndome, regateándome. Le "advertí" que no había negociación posible, que esto no era un mercado, sino un super, donde se miran los precios y si te parece bien compras. Finalmente recurrió al chantaje, a la compesación, al regalo. En ese momento me sentí como un "mercader", le miré a los ojos y no hizo falta que le dijera mucho más que "creo que no quieres entender que no puedo darte una pantalla plana porque creas que te la mereces". Así que quedó en llamarme para darme una contestación (para entonces deseaba que se metiera sus "petrodólares" por sálvese la parte), que tenía que consultarlo (concediéndose una importancia que ya no me merecía y perpetuando la sensación de "afixia"). Unas horas después sonaba el teléfono, y como quien me hacía un favor, dijo que había acuerdo. Os juro que sentí asco.
Y es que tratándose de eso, dinero, todo se ensucia...
No hay comentarios:
Publicar un comentario