lunes, 30 de junio de 2008

EL ORGULLO DE UNA CIUDAD

El sábado por la mañana fue el día elegido por la familia Losilla-Gómez para visitar el gran acontecimiento lúdico-festivo más importante en la historia de Zaragoza en los últimos 100 años.
Equipados para la ocasión, bocadillos en ristre y mochila en la espalda, nos chupamos una cola de más de una hora para acceder al recinto. Lo cual os hace una imagen de la cantidad de personal que había en la otra orilla del río (y conste que es una de las puertas).
Una vez dentro, riadas de gente se dirigían a reservar los tiquets "fast past" para poder acceder a los sitios más emblemáticos de la Expo, el aquarium, pabellón de España, Aragón...unas cuantas "maquinicas" servían para ello, y en poco más de hora y media (con su rigurosa cola), se habían agotado los accesos a los más importantes pabellones. Símplemente parecía increíble que tanto visitante se adueñara de esa parte de mi ciudad (conste que mis presagios sobre el evento no eran muy halagüeños).
Vimos pasar la cabalgata del "Circo del Sol", visitamos unos cuantos pabellones, comimos en el "garito" de la India (porque pabellón sería mucho decir), vimos el espectáculo del hombre vertiente (sufriendo las inclemencias del sol), caminamos por Lituania, Polonia o Dinamarca y recorrimos el famoso Aquarium (aunque no deja de ser más de lo mismo, por mucho que sea el más grande de Europa). Llevábamos más de doce horas dentro del recinto y apenas habíamos visitado 16 pabellones, lo cual os hace una idea de que son necesarios más de tres días para poder abarcarlo en su totalidad.
Llegada la noche, cenamos tirados en el suelo, esperando el comienzo del espectáculo Iceberg, dos enorme compuertas se abrieron en la orilla del río y en las cuatro paredes, el grupo de la Fura del Baus, reflejaron la destrucción del planeta (no se porqué tanto empeño en lo malo, en vez de crear esperanza). Una vez acabado, miles de personas se encaminaron a la salida, aunque todavía quedaba el concierto de Alanis Morissette.
Después del día que llevábamos y tirados (nuevamente) en el suelo a la espera del comienzo, vimos entrar unas cuantas familias despistadas, abuelas (donde pone gratis, hay una) y una larga retaila de "pánfilos" que no sabían, ni quien tocaba, ni quien era la tal Alanis. La gente copó el recinto, volvieron a aparecer los pitos (la gente no acaba de entender que los actos multitudinarios son como son) y la canadiense saltó al escenario, seis canciones y Maribel me miró pidiendo descanso.
Mereció la pena, aunque por supuesto, tendremos que gastar nuestro pase completo, para no perdernos nada....porque tan sólo fue el comienzo...lo dicho...no os lo perdáis.

1 comentario:

Valquiria Shop dijo...

Nosotros todavía no hemos estado, pero tenemos el pase de tres días y lo usaremos ahora en julio.

¿En serio hay tanto que ver?

Besos ^^