Mi amigo Dani, siempre me "regala" artículos interesantes. Este ilustra bastante mi forma de ser, pensar y actuar. Y es que de casta le viene al "galgo", aunque Joaquín fuera más brillante. Se trata de un artículo en ABC, sacarle el jugo...he hecho un resumen lo más interesante.
"El colapso del marxismo, la aceleración de los cambios culturales, económicos y tecnológicos, la progresiva dilución del concepto Nación-Estado unida a la explosión de los nacionalismos, y el aumento de los niveles de complejidad en las sociedades avanzadas, tienen sumidos a conservadores y socialistas en un proceso de renovación y adaptación para el que no están preparados en forma alguna. No saben ni qué hacer ni cómo empezar. Por ello han decidido ganar el mayor tiempo posible aferrándose al liberalismo en lo que les conviene y en todo lo demás al pragmatismo y al oportunismo más absolutos, aún cuando ellos les conduzca -sobran ejemplos- a posiciones radicalmente contrarias a su esencia ideológica tradicional.
Sin embargo sus características básicas acaban emanando de una u otra forma. A los conservadores les sigue gustando conservar y a los socialistas, socializar. Y por ahí, ciertamente, no se va ni se llega al futuro. La historia no está siendo escrita, ni va a ser escrita a medio o largo plazo, en socialista o en conservador. «El liberalismo no es otra cosa que una teoría política de la innovación y el cambio» y por ello es el sistema de pensamiento que mejor se adapta a una época en la que el ser humano tiene que estar decidido a liberarse (el liberalismolibera) de toda estructura que oprima los nuevos valores, la nueva cultura y las nuevas opciones que están surgiendo en esta época fascinante que va a estar dominada por desarrollos científicos y tecnológicos espectaculares.
Pero aclaremos. No es, desde luego, liberal la persona que confiesa y defiende sentimientos xenófobos o racistas comohace en estos momentos un alto porcentaje de la ciudadanía del mundooccidental; no es liberal la persona que pretende poseer, que la verdad absoluta; no es liberal, en concreto, quien afirma que su religión además de ser verdadera, es la única verdadera ; no es liberal el que defiende tradiciones o privilegios aunque sean causai mportante de desigualdades; ni tampoco el que acepta esas desigualdades como inevitables, e incluso naturales a la condición humana; no es liberal el que coloca a la sociedad como un valor superior al individuo y a la igualdad como un principio que prevalece sobre el de libertad; no es liberal -y merece la pena aclarar bien este tema- el que mitifica y sacraliza el mercado como la panacea universal.
El liberalismo entiende que, por regla general, el mercado es el sistema que permite una asignación más eficiente de los recursos y por ende el que mejor facilita no sólo la creación sino también la distribución de la riqueza. Pero si por cualquier razón ello no fuera así, el liberalismo ha defendido y defenderá inequívocamente la actuación del sector público y su intervención directa, con tal de que no tenga carácter permanente y el proceso pueda ser controlado en todo momentopor la sociedad civil. El liberalismo se opone, sin la menor reserva, a toda forma de concentración de poder económico, sea público o privado,y por ello reclama una aplicación estricta de las leyes antimonopolio y de las normas que defienden una competencia leal. El liberalismo no tiene nada que ver con el llamado «capitalismo salvaje» ni con ningún sistema que provoque la indefensión y la opresión del ciudadano. El liberalismo protesta contra un mundo en el que se están acentuando las desigualdades tanto a nivel internacional como nacional, justamente porque se falsifican y se adulteran las reglas del mercado en beneficio de los más poderosos.
No hay peor ni más falso liberal que aquel que limita su liberalismo al mundo económico. Se es liberal en todo no se es liberal en nada. El liberalismo no es simplemente ni fundamentalmente una teoría económica. Al liberalismo le importa mucho más el ser que el tener y aunque respeta profundamente el deseo de tener, la propiedad privada y el interés particular de cada ser humano, concede un valor decisivo a los planteamientos morales sin los cuales el sistema se encanalla y se derrumba, como está sucediendo con el sector financiero y el inmobiliario. Ni uno sólo de los grandes pensadores y filósofos de liberalismo (y en especial Adam Smith y Hayek) han dejado de insistir en esta idea. No podemos olvidar, como dice Röpke, que «las cosas auténticamente decisivas son las que están más allá de la oferta y dela demanda, aquellas de las que depende el sentido, la dignidad y laplenitud interior de la existencia».
Sin embargo sus características básicas acaban emanando de una u otra forma. A los conservadores les sigue gustando conservar y a los socialistas, socializar. Y por ahí, ciertamente, no se va ni se llega al futuro. La historia no está siendo escrita, ni va a ser escrita a medio o largo plazo, en socialista o en conservador. «El liberalismo no es otra cosa que una teoría política de la innovación y el cambio» y por ello es el sistema de pensamiento que mejor se adapta a una época en la que el ser humano tiene que estar decidido a liberarse (el liberalismolibera) de toda estructura que oprima los nuevos valores, la nueva cultura y las nuevas opciones que están surgiendo en esta época fascinante que va a estar dominada por desarrollos científicos y tecnológicos espectaculares.
Pero aclaremos. No es, desde luego, liberal la persona que confiesa y defiende sentimientos xenófobos o racistas comohace en estos momentos un alto porcentaje de la ciudadanía del mundooccidental; no es liberal la persona que pretende poseer, que la verdad absoluta; no es liberal, en concreto, quien afirma que su religión además de ser verdadera, es la única verdadera ; no es liberal el que defiende tradiciones o privilegios aunque sean causai mportante de desigualdades; ni tampoco el que acepta esas desigualdades como inevitables, e incluso naturales a la condición humana; no es liberal el que coloca a la sociedad como un valor superior al individuo y a la igualdad como un principio que prevalece sobre el de libertad; no es liberal -y merece la pena aclarar bien este tema- el que mitifica y sacraliza el mercado como la panacea universal.
El liberalismo entiende que, por regla general, el mercado es el sistema que permite una asignación más eficiente de los recursos y por ende el que mejor facilita no sólo la creación sino también la distribución de la riqueza. Pero si por cualquier razón ello no fuera así, el liberalismo ha defendido y defenderá inequívocamente la actuación del sector público y su intervención directa, con tal de que no tenga carácter permanente y el proceso pueda ser controlado en todo momentopor la sociedad civil. El liberalismo se opone, sin la menor reserva, a toda forma de concentración de poder económico, sea público o privado,y por ello reclama una aplicación estricta de las leyes antimonopolio y de las normas que defienden una competencia leal. El liberalismo no tiene nada que ver con el llamado «capitalismo salvaje» ni con ningún sistema que provoque la indefensión y la opresión del ciudadano. El liberalismo protesta contra un mundo en el que se están acentuando las desigualdades tanto a nivel internacional como nacional, justamente porque se falsifican y se adulteran las reglas del mercado en beneficio de los más poderosos.
No hay peor ni más falso liberal que aquel que limita su liberalismo al mundo económico. Se es liberal en todo no se es liberal en nada. El liberalismo no es simplemente ni fundamentalmente una teoría económica. Al liberalismo le importa mucho más el ser que el tener y aunque respeta profundamente el deseo de tener, la propiedad privada y el interés particular de cada ser humano, concede un valor decisivo a los planteamientos morales sin los cuales el sistema se encanalla y se derrumba, como está sucediendo con el sector financiero y el inmobiliario. Ni uno sólo de los grandes pensadores y filósofos de liberalismo (y en especial Adam Smith y Hayek) han dejado de insistir en esta idea. No podemos olvidar, como dice Röpke, que «las cosas auténticamente decisivas son las que están más allá de la oferta y dela demanda, aquellas de las que depende el sentido, la dignidad y laplenitud interior de la existencia».
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