Desde que llegué a Cataluña, Martín y Eva no han parado de repetirme lo bonito que era el Valle de Pineta, lo maravilloso de ese rincón de mi tierra que llevan visitando desde hace casi diez años. Y tanto me lo han repetido, que este año decidí que nada mejor que juzgarlo por mí mismo.
Aunque como siempre y tratándose de la familia Gómez, las cosas llevan su "tempo" y su "transcurrir", vamos que no lo ponen fácil. Primero pasamos la mañana llevando a mi suegro a una revisión a Barcelona. Lo recogemos en la estación y cuando le preguntamos donde vamos, el tío se descuelga que "pa´arriba". ¡No te jode!, la mayoría conocéis Barcelona, y el término arriba en una ciudad que baja de una montaña, cuanto menos, es difuso. Intentando que ajustara más en el mapa, nos dijo que cerca de la Quiron y que se había dejado los papeles. Para entonces y sufriendo en silencio (como las hemorroides) yo también los había perdido. En fín, Maribel agudizó su ingenio, yo mi "supervisión" panorámica y entre los dos acertamos.
Pero la familia, que siempre sorprende, aún nos tenía preparada una mejor. Una al más puro estilo "el teléfono roto". Comemos algo ¿ligero? en el "Fres.co" (que como idea es buena, pero al ser un buffet se acabó lo de ser comedido), recogemos el coche de la revisión, vamos a casa, cargamos lo necesario para dos días de montaña (aunque por lo que metía Maribel, parecía que nos fuéramos veinte) y a las 4 de la tarde llamamos a Carlos y Tamara para que se preparen para salir en un rato. Ah! amigos!, no podía ser tan fácil, resulta que su madre le había dicho, según le había comentado su padre, que había sido informado por mi suegro, total que Tamara estaba en Gerona y Carlos tocándose los huevos en el sofá esperando que llegara el Martes, día en el que suponía nos subíamos al Pirineo. Así que espera que llegue la "niña" en el tren (más de dos horitas, entre ponte bien y estate quieto), coge el cochecito "lere" y súbete hasta más allá de Bielsa (o donde Jesucristo perdió la alpargata). Eran las 11 de la noche cuando Martín nos recibía a la entrada de la acampada. Montaje rápido de la tienda, cena de campaña y a dormir.
Al día siguiente, al despertarnos, vimos el espectáculo que tantas veces me había narrado Eva, tres imponentes montañas rodean un valle estrecho y alargadas cascadas hacen del lugar un auténtico paraiso. Aunque como os contaré más tarde, la montaña y yo....
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