Después de todo el fin de semana recorriendo la tierra del plástico, embutido en terciopelo, quería dejar algunas notas en este espacio que utilizo para que el corazón sangre en público.
No puedo dejar de recordar aquella tarde de viernes en la habitación 207 con una sonrisa en la boca, toda una lección de hacer tuna a la manera maña, con sus defectos (musicales) y sus virtudes (que tampoco se muy bien cuales son, pero funcionan).
Pero tampoco puedo dejar de pensar lo triste que resulta el Certamen Nacional, es evidente que no estamos de moda, pero también es cierto que como en el resto de la sociedad, sobre todo en la asociativa, la gente joven no asume el compromiso, más allá de hacer lo absolutamente imprescindible para sentirse bien ellos mismos. Pero quizás no es lo que más me irrita, lo que no soporto es que consideren que su indiferencia, sea considerada por ellos mismos como esfuerzo justificante.
La frase "tenéis que haceros a la idea, conveceros que esto se acaba" es lo más indigno que puede atribuirse uno mismo. Puede que se acabe, pero no puedes dejar de luchar porque esto no suceda y si no lo haces no cabe la posibilidad de atribuirse méritos.
Era de suponer que pasaría, no por ellos, sino por todo, pero no puedo dejar de sentirme desgraciado porque una parte de vida se esfuma.
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