lunes, 14 de abril de 2008

LIADA ONUBENSE II

Últimamente, por causas diversas, parece que me está costando más de lo habitual escribir en el blog, aunque debo confesaros, que es más a veces por pereza, que por falta de cosas por contar.
En el último capítulo, llegaba a la cama del albergue de huelva, con más cansancio que borrachera, lo cual me permitió dormir sin tener que echar pie a tierra o hacer una visita a intercambiar palabras con el urinario.
Tras la marea llegó la calma, aunque físicamente mi cuerpo símplemente no respondía el sábado por la mañana, me arrastré a la ducha y de ahí a la calle para poder llegar, con más pena que gloria a la comida. Allí y rodeado de esa especie de "extraños" seres que componen la Tuna de Derecho de Valencia, comimos, unos más otros (como Pedro) menos.
Después llegaría el pasacalles, que tuvo más paradas que el metro de Madrid, y que en lo que a mí respecta, me parece una auténtica tortura, porque no los llevamos ensayados (y así salen), y porque acabo con la sensación de que te pasas una hora andando y gritando para llegar a la ronda sin fuerzas y ganas de acabar, lo cual desluce el acto (la ronda me refiero).
Recorrimos el centro de Huelva, con aceptable presencia de público para llegar al primer bar a la derecha en la esquina, el hecho es que había que ensayar, si en Almería habíamos sido capaces de "atentar" cuatro canciones encima de un escenario, este año y con mejores mimbres no podía ser menos. Compostelana, Júrame, Española y Gigantes y Cabezudos, componían nuestro repertorio para la ocasión.
Dicho y hecho, un par de vueltas a las canciones, algún que otro cubata (mi cuerpo parecía asentarse y olvidar derrotas pasadas) y al escenario. Marlon bordó la de solista, es la vez que mejor le he escuchado cantar y seguramente tienen razón los que afirman que todos tenemos una canción hecha a medida (aunque se me acaban las manos para los que no la encontramos), la cagamos en "la Española" (y es que se pongan como se pongan, desde aquel Nacional de Zaragoza, esa canción me pertenece) y salimos público en pie (y no es coña) tras la canción de la tierra.
A partir de ahí, copas, un bocadillo, más copas, risas, abrazos, mujeres, más copas y una monumental resaca de domingo, una de esas que te hacen enmudecer por miedo a convertirte en un "surtidor", de esas que deseas que se pare el mundo para bajarte, con siete horas por delante para llegar a casa y decir "cariño te quiero, vamos a la cama y mañana te lo cuento....".
Por cierto, Marlon ganó el solista, merecido, sin duda.

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