miércoles, 23 de septiembre de 2009

A BASE DE MADRUGONES

Tokio se despierta temprano, y si de lo que se trata es de visitar la famosísima subasta de pescado, la cosa se torna casi imposible. Primeramente porque es a una hora intempestiva, entre las 5 y las 6 de la mañana (entrando en confrontación con mis pocas ganas de madrugar de vacaciones mas que lo hago a diario) y segundo porque los horarios del metro tampoco acompañan.
Así y todo, a las 6:30 ya estábamos en marcha (como ya os confirmé en otra entrada), rail pass y camino de Tsukiji. Si algo tiene Asia es que en sus mercados puedes descubrir toda serie de extraños pescados, algas y otros componentes de "dudosa" procedencia.
Después de pasear por los pasillos, observar atunes de toda condición, anguilas con la cabeza colgando, cientos de puestos y carretillas que van y vienen a coger hielo, nos dirigimos a comprar las entradas del mayor espectáculo Japones, el Sumo.
Visitamos los alrededores del estadio de Kokugikan, nos dirigimos a Akihabara, el barrio electrónico de la capital nipona. Allí puedes encontrar cámaras, consolas y toda serie de aparatos electrónicos que bien seguro tardarán meses en llegar a España (como podéis comprobar ya estamos aquí, porque sería imposible acertar con los acentos y mucho menos con las ñ) y dado nuestro retraso electrónico, no pudimos dejar de pasar la ocasión de comprar a buen precio una cámara de fotos, bien guiados por Ruben, que con sus conocimientos, habilidad para las compras y sagacidad para las tiendas, nos hizo ahorrarnos más de 100 euros sobre el precio patrio.
Y tras pasar por el hotel, nos dirigimos al Estadio a ver a los sumotoris. Repusimos fuerzas en un bar donde servían una especie de hamburguesa que se iba haciendo en un plato caliente de pizarra y mucho arroz. Una vez dentro, pudimos comprobar como la tradición se hace plena en tan exótico deporte. Dos luchadores, un círculo, la sal purificadora, los gestos, el árbitro, los niños gritando a sus favoritos y los cuatro mirando atónitos cómo dos enorme mostrencos se lanzaban a tortazos para sacar o derribar al contrario.
Es muy difícil contarlo con palabras, tiene magia, y estas cosas deben ser vividas, lanzamiento de almohadas incluído.

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