lunes, 30 de junio de 2008

EL ORGULLO DE UN PAÍS

Domingo por la tarde, falta un cuarto de hora para el comienzo de la final de la Eurocopa, y sí, aunque parezca increíble, juega España. La misma España que descorazonó a propios y extraños en la fase de clasificación, se disponía a disputarles a los "eternos" alemanes el ansioso título.
Cuartel central, casa de Martín, equipo de gala (en el Mundial tendremos que juntarnos, visto el resultado): Martín, Eva, Carlos, Lolo, Javi, Tejada, Remo, Jessi, Maribel y un servidor. Cada uno, y fruto de la superstición que engloba a todo acto deportivo, ocupa su asiento de rigor. Comienza el partido, cervezas, patatas y tabaco como compañeros. Primeros minutos y nuestras caras reflejan el buen juego germano y el miedo a cagarla al final. El pase de Ballack nos pone el corazón en un puño.
La selección parece soltarse pasados los quince de la primera, el toque, la calidad y el desparpajo comienzan a aflorar, para entonces Torres suelta un cabezazo que va a la madera. Y todos nos dirijimos al nuevo invitado para la ocasión (que había vaticinado la final, pero ganando Alemania) diciéndole que para bien o para mal, no saldría inmune de aquella casa.
Sigue el "traqueteo", la Roja comienza a carburar y de nuevo Torres, nos hace soñar con que sea posible, con que los títulos también se ganan en la realidad y no sólo en el Pro (frase esta de Tejada).
Al llegar el descanso, avituallamiento y vuelta al partido. Para entonces, los nervios estaban desatados. Cada ocasión marrada suponía una desesperación sólo superable por la siguiente. Faltan diez minutos y yo me doy cuenta que voy a vino por minuto y que como no termine, el partido acaba conmigo, España domina, pero el segundo no llega y todos recordamos la suerte de los Alemanes cuando juegan algo importante. Falla Senna y miramos el descuento, como si cada minuto se convirtiera en una hora. Y como en todo, llega el final, abrazos, gritos y bocinazos.
Mataró se llena de fuegos, petardos y banderas. Una inmensidad de banderas rojigualdas abarrotan la Plaza Italia, más de dos mil almas corean "yo soy español", una locura colectiva que llevó a cientos de personas a bajar al centro, al ayuntamiento y gritarles a aquellos que se empeñan en "romper", "enfrentar" y "separar", que Cataluña también es España.

1 comentario:

Valquiria Shop dijo...

Yo también salí cuando acabó el partido. Cita obligada con la Plaza de España. Muchos gritos de "¡Viva España!", cantos de "yo soy español, español...", numerosas banderas de España de todos los modelos con escudo, sin escudo, con "pajarito", con toro y aquí en Zaragoza hasta con Fluvi. Sin embargo no puedo evitar pensar ¿dónde está ese orgullo y patriotismo en el día a día? ¡Pero si se criticó a Raúl por poner la bandera de España en Cibeles cuando ganaron la Liga...! Pero el domingo, con una selección victoriosa todos éramos España...

Sobre el partido sobran las palabras creo que todos sufrimos hasta el último minuto y estallamos de alegría cuando terminó el encuentro.