Podría haber empezado por cualquiera de los viajes que "ese maravilloso traje negro" me ha hecho disfrutar. Podría escoger sobretodos ellos, en el que conocí a la Princesa. Pero como fue Toño o "Copacabana" quien me sugerió la serie, empezaré por un mes de Julio de un lejano año, en el que Gordito, Frascaso, Copacabana y Tato decidieron traspasar los límites conocidos por la Muy Elegante (como a mí me gusta denominar a mi Tuna de Derecho de Zaragoza) y subir (Jose Luis entre otros había estado) a los países Escandinavos.
Nos tiramos un mes haciendo preparativos, trazando rutas, alquilando coche y recopilando información. Hablamos con algunos que habían "conquistado" aquellas tierras y nos entraron las prisas por "partir", antes de hacerlo disfrutamos de la entonces tradicional cena de verano y quedamos en vernos al día siguiente por la tarde.
El día de antes había recogido el coche de Atesa, siempre eran Citroen, aquel un Xara, con portón trasero y olor a nuevo (que poco duraría aquella situación). Metí mi maleta y mis ilusiones, bajé a recorrer las casas de todos ellos para realizar nuestra travesía Zaragoza-París por la noche (ahorrándonos de esa manera una noche de Hotel, al final el mayor de los gastos). Pasé por casa de Copa, últimas despedidas de padres, esperamos al Hamelo en la puerta (tradición esta también), mientras profería todo tipo de burradas por cargar con bolsa, guitarra y caja con CD´s (para vender). Gordito vive en la calle más injusta de Zaragoza, o así lo veo yo, porque es injusto que Sagasta disponga de una Avenida y el "gran" Cánovas sólo una calle, aunque en ella viva Carlos.
El último en empaquetar era Frasco, y quedamos en pasar por casa de sus abuelos (siempre tiene algún "embarque" de última hora) para recogerlo. Aparcamos en el parking, subimos, bajamos sus enseres, reorganizamos el maletero (añadiendo la caja de 12 botellas de Whisky, marca Corte Inglés, todo un clásico), y nos dimos un abrazo, deseando empezar aquello...
Movemos el coche, nos acercamos al "aparato" donde abrir la puerta del garaje y nos volvemos hacia Frasco esperando un "gesto", nos mira y no hizo falta decir nada más. Primera "pullitas" del viaje, pero la cosa tenía aparente solución, subir a buscarlas, nuevas miradas y su cara delató que no tenía tampoco las llaves que conducían al otro lado de la puerta "interna" del garaje.
Desesperación, algún golpe, insultos hubo incluso. Pero todavía quedaban los móviles, pero como estas situaciones suelen tener todos los ingredientes, no disponíamos de cobertura. Así que en plan Mcgyver "todo a cien" nos acercamos a la calle, subidos en los hombros, intentando que la palabra "Movistar" apareciera en nuestras pantallas.
Tras más de quince minutos en que repasamos generación a generación a los "frascasos", alguien pareció accionar la puerta, había vida al otro lado, la luz se hizo y empezaban las "tinieblas"....menos mal que aquello sólo era el comienzo....
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