jueves, 2 de octubre de 2008

EL CHAMO EN CUENCA II

Allí estábamos en la entrada del Hotel, vestidos de "guerra", copa en mano y de conversación en conversación. Guitarras y bandurrias (dos, porque la mitad fuimos de pandereta o palmeros en su defecto) terminaron por sonar cuando anochecía y la verdad es que fueron tres horas al mas puro estilo Tuna de Derecho de Zaragoza, como en los viejos tiempos.
Recorrimos el centro de tapeo de la ciudad y la visión de tanta terraza, volvió a traer a nuestras memorias "hazañas" pasadas, así que el Frasco puso cara de "carterista", afinamos instrumentos y algunos moneda cayeron, pese a la vieja técnica de mi amigo de enseñar al personal que el billete para que no se vuele se ha de depositar doblado. Un parche es siempre un parche y el parchero siempre tira a la terraza...
Cenamos una "zapatilla" de lomo y llegaba la hora de enseñarle a Paquito, que pese a sus absurdas creencias (infundadas por otra parte), se encontraba en una ciudad interesante para el copeo y el alterne de fogeo. Así pasamos la noche, de copa en copa, de risa en risa, algún baile, celebradas e históricas canciones (esa madre de José que gran viaje nos dio) y alguna conversación absurda con las lugareñas.
Para entonces, mi amigo Chamo llevaba unas cuantas horas vestido de Indio, perfectamente caracterizado con sus plumas, su pipa (que durante un rato ejerció de palo de zambomba), su poncho. Y así vestido y mientras hablábamos, sucedió aquello que el momento no entiendes, y peor explicación tiene analizado pasadas las horas, aunque gracioso, a mi amigo le parece un rato.
Como os he dicho nos encontrábamos debatiendo vaya a usted a saber qué importante hecho o cuestión, cuando de repente y sin explicación posible, saltó de mi dedo el anillo de casado y echó a rodar por el bar, en ese momento (según me recuerda Jesús) mi gesto se tornó absurdo y temeroso, mi mente reaccionó sabiendo que podía suponer la pérdida de toda credibilidad, con la consecuente retahila de justificaciones imposibles. Cual animal asustado, mirando fíjamente como rodaba, me tiré en plancha, entre dos robustas conquenses, que miraban incrédulas lo que estaba sucediendo. Juro haber visto muchas imágenes del día de mi boda, y la cara de mi señora al llegar a casa sin el "aro" en cuestión. Juro haber tenido miedo, mucho miedo...
Y así paso el fin de semana, rodeado de amigos, disfrutando de recuerdos y creando otros, y mientras tanto otro gran hombre se acerca al precipicio convencido que es lo mejor que puede hacer en esta vida....luego dirás de mis ideas de bombero....

1 comentario:

Chaman dijo...

Jamas olvidaré la fractura en tu rostro al ver como ese condenado anillo salia despedido de tu mano y corría entre las chaparras conquenses. Como doblaste el espinazo y corriste cual Golum por su tesoro....aunque a ti no te movia la ambición sino algo mucho más hondo y fuerte....el miedo JAJAJAJAJA...no cambies nunca.
Chaman.