Dejamos el taxi en Gran Vía, después de hacerle los últimos arreglos al mundo, me dirigí a mi "posada" de aquella velada, en casa de Eloy hacía calor, el suficiente para sentirte bien, para que los dientes dejen de temblar, los músculos se destensen y vuelvan las ganas de vivir, de dormir en este caso.
Saludé a mi amigo, cruzamos un par de palabras y el sofá y yo nos fundimos en un abrazo que por desgracia terminaría pronto, demasiado pronto. Que sensación tan extraña cuanto estás tan cansado, parece que todo sucede y tú no estás. La noche como véis no tuvo desperdicio, que no tarden en llamarme a ver si se va apolillar el traje y por cierto, del "efecto anillo", todo mentira.
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