jueves, 31 de enero de 2008

BATACAZO EN MILAN II

Al grito de ¡Taxi!, Héctor, Rubén, Ernesto y yo, abandonamos la fiesta para ir a descansar, aquella noche según cuentan, fue prolífica en pasillos, cervezas y poco sueño. Pero aquello no fue óbice para que a las diez de la mañana el personal estuviera pidiendo guerra.
A mi me despertó Enrique, poniendo un foco en mi cara y pidiendo un poco de celeridad.
Desayunamos, con cerveza unos, con JackDanields otro y los menos con café en lo más parecido a un bar español que encontramos. La mirada y los deseos estaban puestos en San Siro, el partido y la tripleta KAPARO.
Autobús, buena andada y el estadio a nuestros piés. Pero como ya os dije ayer, el viaje fue una montaña rusa y tocaba lo malo. Primero nos topamos con un cartel que advertía "Prohibida compra entradas salvo residentes en Milan o provincia", tócate los huevos, se trataba de un partido de alto riesgo, recorrimos los pasillos, buscamos reventas, preguntamos una y otra vez en las taquillas y cuando parecía que tendría solución (sólo parecía), un animal con pinta skinhead terminó amenazándonos y quitándonos las ganas de ver el partido.
Verlo, lo vimos, pero tirados en sofás tras una comida llena de pizzas y pasta, regada con vino. Aprovechamos la tarde para hacer turismo. Nueva caminata por las calles, el Duomo, coches impresionantes y cansancio, mucho cansancio.
El hotel se antojaba la mejor de las soluciones, allí y encerrados en una habitación ejercitamos nuestra mejores "virtudes", más de 20 litronas de cerveza, pizzas (de un chino, al que Rubén terminó por hacer traérnolas). Con el alcohol vinieron las locuras, los gritos, el escándalo y la llegada del "jefe de la tribu" (del hotel) para echarnos de nuestra posada. Tras unos minutos de negociación y no pocos nervios, conseguimos un aplazamiento.
La solución era fácil, salir, y terminamos en un "supuesto" local donde exhuberantes mulatas bailaban en cueros menores, comprobamos que se trataba de un local donde un montón de parejas de bailarines demostraban horas de entrenamiento, sentados en sofás disfrutamos de anécdotas y los últimos cubatas.
Al día siguiente símplemente fue una espera a volver a casa, las caras mostraban cansancio y muestras de astío porque se acababa. Fue extraño, lo suficiente como para ser inolvidable.
Callo poco y si lo hago es por el bien general. Pero merece la pena nombrar a las dos grandes revelaciones del viaje, quizás por desconocimiento. El primero un tío alto, fornido, al más puro estilo tirolés, el otro, fichaje foráneo, catalán, vivaraz y mordiente.
Ahora, nos queda otra, porque tarde o temprano, Gemma tendrá la suya y entonces....ya veremos que nos depara entonces.

1 comentario:

Rubenzgz dijo...

La verdad que en mi primer comentario, poner vosotros mismos las comas, porque me debí comer alguna, pues lo dicho leerlo detenidamente.
La verdad que encontramos puestos de Birras y banderas del Milan, pero donde estaban esas motos de buen precio para tirar??........
También habrá que recordar la frase del cuñado "QUE GRAN PUEBLO EL CHINO" y el pobre Guillermo con sus elecciones de comida.
Y por lo demás na mas que contar, somos grandes y siempre lo seremos, disfrutamos como niños, y joder con el del CONDE DRACULA, si que fue bueno el TIROLES.
Please que Tiroles no prepare la mia, que no volvemos.
Un abrazo