
El otrora aplaudido por sus políticas expansivas, por su gestión eficiente de la política de tipos y su valiente defensa del libre mercado, es ahora descrito como un inconsciente, iluminado y delincuente.
Es posible que equivocara su dirección financiera al mantener los tipos al 1% durante largos años exponiendo a la economía americana a un extraordinario endeudamiento, imposible de soportar en el tsunami que estamos viviendo. Pero también es muy posible que aquel descenso de más de cinco puntos básicos propiciara una recuperación inesperada del PIB estadounidense tras el atentado de las torres gemelas y la posterior tensión económico-social.
Juzgar a toro pasado es tan fácil como cínico, puesto que no sólo de tipos vive el hombre, y mucho menos la economía. Parte del desastre se fraguó con leyes laxas respecto a la titularización de deuda auspiciadas por el gobierno Clinton (si, si, Clinton) y la ineficaz actuación de la política regulatoria de la administración Bush, dejando en manos de la Reserva Federal el liderazgo y la capacidad de actuación (amén de la presión de los famosos lobbies).
No es difícil de entender que el mercado se rige por la ley máxima de la oferta y la demanda, que la política de tipos de interés sirve para aflorar la liquidez y la inversión en momentos de ausencia de un consumo que tire del carro (más cuando el 70% del PIB USA depende del mismo) y que la globalización convierte en vulnerable a una moneda que representa el 90% de las transacciones económicas mundiales (especulación encubierta). Pero sí que parece difícil de explicar que todo necesita ser regulado, necesitamos de unas normas básicas para convivir, trabajar e invertir, y en esto hemos fallado.
Todo no vale, y sería interesante, que en vez de elevar a categoría infernal al mercado, entendamos que la regulación no es intervención, que aprendamos de nuestros errores y entre todos busquemos unas leyes más justas.
Ahora todos buscan en la socialdemocracia la respuesta, en la gestión pública de los intereses económicos como paladí del futuro, y sin embargo nos encanta pagar pocos impuestos, nos quejamos del derroche de las administraciones y criticamos la gestión de los servicios que la misma ofrece. Señores, tenemos un problema....
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