domingo, 30 de agosto de 2009

TONTOS DE PUEBLO

En todas las villas de este país, hay un cura, un panadero, un médico y un tonto del pueblo. Ya me dieron ganas de escribir de tamaño personaje hace unos meses, con motivo de nuestra visita a Castejón, el pueblo de mi amigo Chamo, el caso es que tampoco recuerdo si os hablé de aquello.
Siempre que nos hemos vestido de terciopelo, se convierte en inevitable ser el centro de atención, ya no por cuestión de odios o de amores, sino porque es lo que tiene ir de carnaval cuando no toca, todo el mundo se fija.
Cuando era más joven, intentaba reflexionar con algunos de los "energúmenos" que nos dedicaban toda serie de improperios (de hecho alguno terminó invitándome a una copa), con el tiempo simplemente decidí que no merecía la pena, y miraba para otro lado, intentando que todo pasara y la cosa no llegara a mayores.
Pero cuando llegas a un pueblo la cosa cambia, cambia porque el tonto en cuestión se siente protegido en su hábitat, es dueño de las circunstancias y convierte su provocación en la diversión de la noche. Y así las cosas, tuve que aguantar a uno en el citado pueblo de la comarca de Calatayud, y más recientemente con motivo de la despedida de Paco en tierras Sorianas.
Es una pena que el personal decida acabar la noche intentando liarse a hostias con lo primero que se le pone delante, pero así son los tontos, utilizan la violencia como sustitutivo quien sabe si del sexo, del alcohol, de las drogas o símplemente de su inferioridad intelectual. Y no creáis que no dan ganas de coger la bandurria y plantársela en la cara al tipo, pero uno que entiende que tal hecho provocaría peores circunstancias, decide tragarse el odio, la furia y poner cara de tonto, mientras el tonto de verdad se pavonea con su ignorancia supina por haberla liado de nuevo.
Aunque lo dicho, ¿quien es el tonto, el que hace tonterías o el que las aguanta?, en tal caso llamarme tonto.

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