domingo, 22 de noviembre de 2009

NUNCA ES DEMASIADO II

Lo que tiene una noche de excesos (a esta edad) es que la mañana siguiente se termina convirtiendo en un calvario. Circularon muchos rumores a cerca de un exceso de Omeprazol, sin embargo, una sola pastilla no pudo contra tantos cubatas y la acidez consecuente me tuvo en cama hasta la hora de la comida.

Bajé a comer con más pena que gloria y con el primer plato en el estómago decidí que mejor estaba en el sobre, así que apuré hasta que fue posible con tal de aplacar los ánimos de un cuerpo que se empeñaba en recordarme lo bien que me lo había pasado el día anterior, mientras mis compañeros al margen del mundo, hacía "rica" a una paisana que "flipaba" con un puñado de energúmenos vestidos de negro que pedía las copas a puñados.

Finalmente y arrastrándome por Pucela, llegué al escenario. Ví a Mane desesperarse en el ensayo previo, el Gordo cagándose en todo lo cagable, Pedrito sufrir como un mono de pensar en el momento de subirse y algunos disfrutando de no tener la responsabilidad de nada que no fuera disimular mientras los otros cantaban.

Son indescriptibles los momentos anteriores a tocar, es como un subidón de adrenalina, un deseo porque llegue y pase rápido. Y así pasó, empezamos tímidos (suele pasar cuando no controlas las canciones) y después de disfrutar del "Júrame" de Marlon, acabamos al más puro estilo Derecho de Zaragoza bordando un Gigantes y Cabezudos que tantas alegrías nos ha dado.

No ganamos nada, en lo material, pero disfrutar de todos y cada uno de los momentos del fin de semana es el mejor premio que uno pueda llevarse. Cada minuto, cada canción, cada bareto y cada copa fueron tan geniales como los doce años que llevo vistiendo el "grillo"...

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