Llevo cuatro años aquí, y si habéis seguido este diario, sabéis que tengo el "culo pelao" del tema nacionalista y su esquizofrenia insistente. Cuatro años donde he aprendido que es mejor callar para poder vivir sin tener la sensación de tener que pedir perdón por no comulgar con sus obsesivas creencias, cuatro años donde he podido comprobar que tantas mentiras se vierten desde aquí como odio se destila desde más allá de la "frontera", cuatro años que han servido para entender que el independentismo es un campo cultivado con mimo y respetado con miedo en casi cada rincón de Cataluña.
Como muchos sabréis, el próximo domingo en más de un centenar de ciudades y pueblos de esta tierra se celebrarán referendum sobre la independencia, sobre el mal llamado derecho a decidir.
Mal que les pese, Cataluña lleva demasiado tiempo mirándose el ombligo, acusando a "Madrid" de esquilmar sus recursos, espoliar su riqueza y vejar su dignidad. Demasiado tiempo equivocando la dirección coherente de una sociedad interesadamente enfrentada, huyendo hacia ningún lado con estatutos imposibles, mirando hacia otro lado mientras unos cuantos (y no pocos) se empeñan de culpar a los demás de las desgracias propias.
Ellos creen que es una cuestión de democracia, pero olvidan que cada día, cada minuto en el que insisten en crear fantasmas, apocar su cultura y atacar al diferente, cada segundo, hacen más pequeño, más triste y más pobre a su país.
Crean lo que crean, el próximo domingo nadie habrá ganado, y todos habremos perdido, unos por seguir fomentando el frentismo, los otros por seguir callando por no molestar.
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