Ni la wii, ni un nenuco, ni los playmobil, ni las muñecas de famosa, Martina quería que los Reyes le trajeran un croissant, un croissant y una espada.
Solamente ella sabe el porqué de dos deseos tan misteriosos como increíbles.
Pero Martina es así, única, con esos ojos inquietos, los dientes serrados, su sonrisa ganadora, los rizos al viento, pícara, feliz, impaciente.
Ahora su mejor juego es esconderse y mañana quien sabe qué le deparará el mundo que conoce a carrera y grito limpio. De momento una espada y un croissant...
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